![]() |
Foto Larry Fink |
Hoy es un día de tristes recuerdos, un día gris y frío de invierno inmisericorde, un día rodeado por la pena y el miedo a partes iguales, un día en el que la ilusión y el entusiasmo han decidido tomar un descanso, un día en el que el pasado asedia al presente y desplaza lejos al futuro, un día en el que lo cotidiano pierde color y se queda parado en un tono amarillento y un poco apolillado, un día en el que queremos dejar de pensar y en el que si pudiéramos no asomaríamos la nariz por encima de las sábanas.
Mañana deberemos conseguir que hoy quede archivado en un ayer reciente, que la memoria lo maltrate y que nuestra cabeza lo sitúe en una de esas esquinas que nunca se barren para que el polvo de la melancolía lo tape por mucho tiempo, hasta que las telarañas del olvido lo hagan inaccesible a nuestra conciencia de vividores y luchadores por una vida feliz y placentera que ponga cordura a aquellos desencuentros y dislates de la vida que nos tumbaron la alegría . Como decía el personaje de Violetta en La Traviata "en el mundo es locura todo lo que no es placer" (ni Alejandro Dumas lo hubiera puesto mejor en boca de su Margarita Gautier).
Aunque dolorosa, no es que sea, desgraciadamente, la pérdida más significativa para mis entretelas hoy, sin embargo me voy a tomar la licencia de poner aquí un recorte de uno de los artículos de la admirada Concha Caballero.
"Nos habían dicho, de mil maneras, que el radicalismo se curaba con la edad; que era una especie de enfermedad juvenil que prendía especialmente entre la gente de buen corazón. Nos decían que con los años, la experiencia y los golpes de la vida se amortiguaba la visión crítica de la realidad y que, a partir de los cuarenta, uno estaba dispuesto a negociar con la realidad y a dejarse vencer, cuando no a convencer.
Justo cuando estábamos a punto de cumplir las palabras de Neruda —“Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”— o la profecía poética de José Emilio Pacheco — “Ya somos todo aquello / contra lo que luchamos a los 20 años”— (...)*
Por eso, con los años y la experiencia, muchos nos estamos volviendo más radicales. Y ojalá no fuera así. Ojalá la realidad nos permitiera pintar la vida en vivos colores y no ser tan dolorosamente conscientes del sufrimiento ajeno. Y no me refiero a un radicalismo verbal ni gestual, a la torpe exhibición de camisetas o de enseñas. No tenemos el puño en alto sino el corazón en un puño ante los nuevos tiempos. Y esa flor extraña de impotencia, de radicalismo profundo y reflexivo, pugna por hacerse ramillete, prometedor fruto, que no desesperanza".
* Las siguientes palabras de Concha hacían referencia a los avatares recientes de todas las crisis-estafas que sufrimos en este tiempo, yo lo uso en el sentido de que era mentira que los golpes de la vida te amansen, más bien al contrario te aclaran el pensamiento, te esparcen el corazón y valoras mucho más lo de esperar cantando...
No hay comentarios:
Publicar un comentario