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Carmen Laffon |
Hoy comienzo a escribir y compartir, conceptos siempre unidos pues no se escribe si no es para ser leído y por tanto para ser acompañado, este cuaderno en el que pretendo verter algunas reflexiones sobre mi entorno, sobre mi "tribu", sin más pretensión que respetar el principio de no levantar fronteras.
Cubierta es una palabra con tantas acepciones que cada uno le encontrará un sentido diferente en cada entrada. Hoy más que algo que protege, como la cubierta de un edificio, o que cierra, como la tapa de un cuaderno, quiere ser la superficie abierta de un barco. Lo que te conecta con el exterior, lo que permite que el aire fresco y húmedo te de en la cara, lo que ayuda a que vislumbres el rumbo mirando al horizonte o lo que te da la certeza de que navegas al lado de otros seres vivos.
Todos los que me conocéis sabéis de mi poca afición a lo marino, de mi lejanía al capitán Ahab y se pueden imaginar que nunca haría como Ishmael, irme a descubrir la parte marítima del mundo cuando no sepa muy bien qué hacer. Contrariamente, en esas circunstancias me acercaré a esta cubierta y os contaré lo que me parezca como si estuviéramos charlando en una azotea del barrio de San Lorenzo o en la terraza de nuestra casa en el "Manaó", teniendo en el horizonte la campiña y los cerros ondulados de las estribaciones de Sierra Morena.
Si en una ventana de cualquier estancia de vuestra casa en la que dé el sol ponéis un panel que la tape completamente y abrís un pequeño orificio el reflejo del sol cada día a la hora del cenit irá haciendo un recorrido similar al de la imagen, si lo mantenéis durante un año habréis construido vuestro calendario solar, como los egipcios en sus pirámides, y la medida del tiempo en vuestro hogar será única.
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Analema |
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